- Necesidades más homogéneas: Los particulares entre sí y las PYMES, entre estas, suelen tener unas necesidades con relación a las entidades financieras más o menos semejantes, de modo que resulta posible estandarizar las mismas en cierta medida.Esto posibilita, por ejemplo, que las entidades financieras creen tipos de productos estándar, tanto de pasivo como de activo, con unas determinadas características más o menos cerradas y que no son susceptibles de un gran margen de negociación por sus destinatarios (los particulares y las PYMES).
Cuando un particular acude a un banco o caja de ahorros a solicitar una tarjeta de crédito le ofrecerán distintos tipos disponibles, pero las características ya se encuentran predefinidas y son poco susceptibles de negociación (el tipo de tarjeta “A”, por ejemplo, tiene asociado un límite, un tipo de interés por pago aplazado, dos modalidades de pago aplazado, unas comisiones, etc. y el cliente poco podrá hacer por modificar algunas de estas características. Lo mismo ocurre con un crédito a un año que una pequeña empresa pueda precisar del banco con el que trabaje; quizás pueda negociar el margen y alguna otra comisión, pero poco más).
Debemos observar, sin embargo, que en el mercado español existe cierta tendencia a lo que se denomina la personalización en masa, es decir, que partiendo de un producto o esquema común puedan realizarse diversas modificaciones que encajen mejor con las necesidades específicas del cliente. Con independencia de este fenómeno, de lo que no cabe duda es que el grado de estandarización u homogeneización de los productos bancarios destinados a particulares y PYMES es muchísimo mayor que el de la banca al por mayor, en la que es habitual la creación de operaciones o productos «a medida» para una determinada empresa.