Concepto
El salario mínimo cumple en muchos países mayoritariamente una función de política social, que consiste en proporcionar unas rentas mínimas a aquellos trabajadores que, dada su escasa productividad marginal, les correspondería un salario muy bajo, incluso inferior a lo que se podría considerar de subsistencia.
A pesar de este objetivo, la imposición de un salario mínimo incide en la distribución de la renta, además de influir en la demanda y oferta de trabajo, puesto que afecta al proceso de formación de los salarios. Sin embargo, es conveniente señalar que, a este respecto, no hay un consenso unánime, sino diversidad de posturas, donde nos encontramos con los detractores de esta figura, que señalan los efectos perniciosos que causan los salarios mínimos sobre el empleo de los colectivos menos cualificados y aducen que la fijación de salarios mínimos no reduce necesariamente la pobreza, frente a los defensores de los salarios mínimos que señalan que estos no reducen el empleo y que proporcionan además un salario digno al trabajador.
Efectos económicos del salario mínimo
El salario mínimo se puede establecer, básicamente, por legislación nacional (por ley) o a través de la negociación colectiva. En muchos países, el salario mínimo suele fijarlo el gobierno, previa consulta con las organizaciones empresariales y sindicales, mientras que, en otros, algunos mínimos salariales son impuestos por la negociación colectiva. También puede diferir el salario mínimo en función de la edad, sector productivo, nivel de cualificación o región en que se aplica. Asimismo, el nivel relativo del salario mínimo varía considerablemente de un país a otro (Figura 1).
En cualquier caso, la imposición de un salario mínimo tiene claros efectos sobre el empleo, en el sentido de que disminuye la demanda de empleo y aumenta la oferta de trabajo, por lo que reduce el volumen de empleo y aumenta el desempleo. Esto es así en un mercado de trabajo clásico (Figura 2), basado en la maximización de utilidad que consumidores y productores llevan a cabo, actuando individualmente, en un mercado competitivo. Bajo esta perspectiva, el trabajo es una mercancía más y el mercado de trabajo funciona como cualquier otro mercado, de manera que el mercado de trabajo se encuentra en equilibrio, dado que todos los mercados (incluido, por tanto, el de trabajo) se encuentran bajo condiciones de competencia perfecta. Esta competencia implica que los desequilibrios se ajustan inmediatamente por la flexibilidad de precios y salarios. Además se parte de la premisa de que hay información y movilidad perfectas, siendo todos los trabajadores homogéneos, y presentando similares cualificaciones.
Si se cumplen estos supuestos, bajo la perspectiva clásica del mercado de trabajo, no existe desempleo involuntario (solo hay paro voluntario o friccional), de manera que si hay más paro es porque el salario es superior al de equilibrio y si el paro persiste es por la presencia de rigideces salariales.
En este contexto, si se impone un salario mínimo (lógicamente superior al de equilibrio), se generará un exceso de oferta de empleo en el mercado de trabajo que provocará paro (Figura 2).
Por tanto, la primera consecuencia que puede traer consigo el establecimiento de un salario mínimo (superior al de equilibrio) es el aumento del desempleo, pudiendo afectar especialmente a los trabajadores con menor productividad. En cualquier caso, el impacto negativo sobre el empleo dependerá de cual sea su nivel relativo respecto al salario medio existente en la economía. Así, un salario mínimo bajo tendrá pocos efectos sobre el empleo, mientras que un mínimo salarial alto tendrá efectos importantes. Además este impacto dependerá del nivel del que parta, de forma que el efecto negativo sobre el empleo será mayor cuanto más elevado sea el salario mínimo.
Por otra parte, como los trabajadores no somos homogéneos, la imposición de un salario mínimo no nos va a afectar a todos por igual, sino que tendrá mayores repercusiones negativas en los trabajadores de menor productividad (jóvenes y poco cualificados). En este sentido, si la evidencia empírica así lo muestra, no parece que el salario mínimo logre cumplir el objetivo para el que fue creado.
La medida más frecuente que se utiliza para estudiar el impacto del salario mínimo sobre la economía es el Índice de Kaitz, definido como el cociente entre el salario mínimo y el salario medio. Muchos de los trabajos empíricos efectuados tienen como objeto la estimación de una ecuación de empleo en forma reducida, que establece una relación funcional entre el índice de Kaitz, la tasa de empleo de ciertos colectivos (generalmente los de menor cualificación y experiencia) y otras variables independientes.
Todos los trabajos realizados para la economía americana hasta principios de los años 80 encontraron una relación negativa entre el salario mínimo y el empleo de los más jóvenes. Concretamente, Brown (1982), en su estimación de una ecuación de empleo (o desempleo) con datos de series temporales, concluyó que un incremento del salario mínimo en un 10 % reducía el empleo adolescente (el empleo del grupo en edades comprendidas entre 16-19 años) entre un 1 % y un 3 %. Los estudios realizados por Neumark y Wascher (1992), a finales de los años 80 y principios de los 90, seguían obteniendo una relación negativa entre el salario mínimo y el empleo de los colectivos menos cualificados, aunque el impacto era inferior.
Como contraposición a estos resultados que parecían ir en línea con los postulados por la teoría clásica, a principios de los años 90, los trabajos de Katz y Krueger (1994) y Card (1992), para Estados Unidos, basados en "experimentos naturales" obtienen unos resultados distintos al indicar que el efecto del salario mínimo sobre el empleo de los colectivos que tienen menor nivel de cualificación es nulo o incluso positivo.
En definitiva, han sido muchos los análisis empíricos realizados y los efectos del salario mínimo sobre el empleo de los colectivos con menor cualificación varían considerablemente en función del método de estimación y del período muestral de empleados.
No obstante, a modo de conclusión sobre los efectos del salario mínimo en los distintos países considerados, los estudios realizados por la OCDE (1998) y Neumark y Wascher (2004) con datos de panel determinan varios resultados. Por una parte, parece que existe una relación negativa entre el salario mínimo y el empleo adolescente para la mayoría de los países considerados, aunque este efecto varía considerablemente de un país a otro. Concretamente, Neumark y Wascher (2004) obtienen un efecto negativo del salario mínimo sobre el empleo juvenil para Alemania, España, Francia, Grecia, Reino Unido y EE.UU., mientras que, para Italia, Bélgica y Portugal, el efecto del salario mínimo puede considerarse básicamente nulo. Y, por otra parte, parece que no hay evidencia de que los países con mayores salarios mínimos experimenten una mayor tasa de paro de los colectivos menos cualificados.
En definitiva, se puede concluir que el incremento del salario mínimo tiene efectos negativos sobre el empleo de los más jóvenes, por lo que el gobierno debe mitigar estos efectos negativos con la implementación de medidas tales como salarios submínimos para los jóvenes o políticas activas de empleo adecuadas.
Recuerde que...
- • Se puede establecer por legislación nacional (por ley) o a través de la negociación colectiva.
- • Difiere en función de la edad, sector productivo, nivel de cualificación o región en que se aplica.
- • Su imposición tiene efectos sobre el empleo: disminuye la demanda de empleo y aumenta la oferta de trabajo, así que reduce el volumen de empleo y aumenta el desempleo.
- • El incremento del salario mínimo tiene efectos negativos sobre el empleo de los más jóvenes.