Los pagarés del tesoro constituyeron un instrumento para la financiación del déficit en la primera etapa de la democracia española. Tenían un vencimiento inferior a dieciocho meses, y se emitían al portador, mediante la ley financiera del descuento simple.
La transmisión de los pagarés del Tesoro se realizaba a través de la Central de Anotaciones del Banco de España.
En la década de los años ochenta, los pagarés del Tesoro sirvieron de refugio al dinero negro, ya que no se necesitaba identificar a su propietario. En los años noventa fue sustituido por las letras del Tesoro, que aunque no tienen retención de intereses al vencimiento, sí que exigen de la identificación del propietario, y por tanto no pueden ser utilizadas para inversiones opacas.