Concepto
Se entiende por recesión una caída significativa de la actividad económica que acontece en el conjunto de la economía y para un número suficiente de meses, y que se resulta visible en términos de producción, empleo, renta real, y otros indicadores. La recesión comienza cuando la economía alcanza su máximo y termina cuando alcanza su mínimo. Entre el mínimo y el máximo, la economía se halla en expansión.
Indicadores para medir la recesión
Dado que la recesión no acontece en un sector determinado, sino sobre el conjunto de la economía, para determinar su existencia es preciso utilizar una batería de indicadores macroeconómicos que den cuenta de la evolución de la economía en su totalidad, fundamentalmente, y de acuerdo con el NBER (National Bureau of Economic Research de EEUU), centrados en los ámbitos del empleo y la actividad doméstica.
Tradicionalmente, es la actividad doméstica, a través del indicador del Producto Interior Bruto (PIB) real, la que se utiliza en mayor medida para determinar la existencia de una recesión, utilizándose la cifra de dos trimestres de caída de la actividad los que determinan la presencia de una recesión. Sin embargo, a este respecto, conviene apuntar que no todas las recesiones se caracterizan por una caída de la actividad de dos o más trimestres, por lo que debe evitarse utilizar esa definición, que surgió en un artículo del New York Times en el año 1975. A modo de ejemplo, la recesión del año 2001 no supuso dos trimestres consecutivos de caída.
Además, el NBER apunta a tres factores que explican la invalidez de esa definición "tradicional":
- — La caída de la actividad no puede identificarse de manera unívoca con una caída del PIB real, sino que han de utilizarse otros indicadores adicionales.
- — Deben tenerse muy en cuenta los indicadores de carácter mensual cuando estos existan.
- — En el examen del comportamiento de la producción doméstica, el PIB arroja información sobre lo que acontece en el ámbito puro de la producción, pero también es necesario observar qué ocurre en el ámbito de la renta, que puede diferir de la primera, como ha ocurrido en 2007 y 2008.
Además de los indicadores que permiten medir la recesión, existen otros de cuya evolución puede deducirse una alta probabilidad de advenimiento de una recesión. Así, es probable que se aproxime una recesión si se producen:
- — Caídas significativas en los mercados de renta variable.
- — Curva de rentabilidades negativas, indicando que los tipos a largo plazo son inferiores a los de plazo más cortos.
- — Incrementos en el número de solicitudes del seguro por desempleo.
- — Caída de los precios de la vivienda y aumento de la deuda de las familias.
Causas y remedios
Las causas últimas de las recesiones, así como las medidas instrumentadas por los Gobiernos para salir de ellas son muy diversas. Con todo ello, es posible diferenciar dos enfoques principales, el keynesiano y el monetarista.
Desde la perspectiva keynesiana, las raíces de las recesiones se encuentran en una mayor demanda de dinero originada como consecuencia de la falta de confianza entre los agentes económicos. Las mayores tenencias de dinero suponen una reducción de los niveles de gasto (fundamentalmente consumo e inversión), lo que, en última instancia, puede traducirse en una recesión. Consecuentemente, la receta keynesiana para superar las recesiones es, en primer lugar, el aumento de la oferta monetaria para satisfacer esa demanda. El problema es que, de acuerdo con estos planteamientos, cuando los tipos de interés son muy bajos, los cambios en la oferta monetaria tienen muy pocos efectos sobre la economía. La razón última de este fenómeno (denominado trampa de la liquidez), es que con tipos de interés tan bajos, existe muy poco incentivo de depositar el dinero en los bancos como depósitos, y un cambio en la oferta de dinero circulante resulta estéril para poner remedio a la situación. En esa tesitura, es entonces el Estado quien debe hacer lo que en esos momentos la iniciativa privada no puede hacer, esto es, gastar, y por ello es la política fiscal la que debería asumir las riendas.
Por el contrario, desde la perspectiva monetarista se asegura que todas las recesiones han sido precedidas de una reducción de la oferta monetaria, por lo que la receta es la opuesta: reducir en lo posible el papel del Estado, el cual debe limitarse a que no disminuya la cantidad de dinero en circulación. De hecho, la virtud de la política monetaria es que, al contrario que la política fiscal, es eminentemente tecnocrática y apolítica, y carece de la carga ideológica que atesora la política fiscal. En efecto, cuando se aumenta el Gasto Público hay que decidir dónde se gasta y en qué, y ello puede ser una derivada de presiones políticas y partidistas.
De cualquier forma, las causas de las recesiones han mostrado en realidad ser mucho más complejas de lo que hasta ahora se ha analizado, lo que debe tenerse en cuenta a la hora de articular las medidas orientadas a su superación. Así, la recesión iniciada en el año 2008 ha sido la consecuencia de un cúmulo de circunstancias diversas, entre las que se encuentran, entre otras, un apalancamiento excesivo, la titulización de activos a través del modelo de "originar y distribuir", un excesivo endeudamiento por parte de las familias como reflejo de la explosión del gasto por consumo, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, una excesiva confianza en la autorregulación de productos financieros muy novedosos o conflictos de intereses en las agencias de rating.
Recesión y depresión
Tradicionalmente, la distinción entre depresión y recesión se ha establecido en función de la diferente duración e intensidad de cada una. De acuerdo con ello, una recesión pasaba a ser depresión cuando la caída del PIB real superaba el 10 %, o cuando esta se prolongaba durante más de tres años. La Gran Depresión entre 1929 y 1933 se acomoda a esta definición por ambos criterios.
Sin embargo, algunos economistas apuntan en la actualidad que las diferencias entre ambas son más complejas, y tienen que ver también con sus causas. De acuerdo con ello, una recesión no surge a consecuencia de burbujas crediticias, pinchazos en activos sobrevalorados, contracciones severas de crédito y caídas generalizadas de los precios, que son características de las depresiones.
Una implicación fundamental de esta distinción es que las respuestas son diferentes. Una recesión ocasionada por una política monetaria severa puede ser sensiblemente aliviada disminuyendo los tipos de interés, pero la política fiscal será menos efectiva. Por el contrario, una depresión originada por deflación, falta de crédito y pinchazos de burbujas, no podrá ser restaurada por cambios en la orientación de la política monetaria, mientras que la política fiscal será más útil.
Recuerde que...
- • La recesión comienza cuando la economía alcanza su máximo y termina cuando alcanza su mínimo, entre ambos está la expansión.
- • Las causas últimas de las recesiones, así como las medidas instrumentadas por los Gobiernos para salir de ellas son muy diversas.
- • Perspectiva keynesiana: las raíces de las recesiones se encuentran en una mayor demanda de dinero como consecuencia de la falta de confianza entre los agentes económicos.
- • Perspectiva monetarista: todas las recesiones han sido precedidas de una reducción de la oferta monetaria,
- • Flexibilidad de los mercados: rapidez con que los precios y los salarios se ajustan a la reducción de la demanda producida como consecuencia de la subida de tipos de interés del banco central.