Concepto
La política de dividendos se concreta en el establecimiento de la parte de los beneficios a retener en forma de reservas y, consecuente y complementariamente, la parte a distribuir en forma de dividendos. Es un aspecto importante que influye sobre la estructura financiera óptima, sobre el valor de la empresa y sobre el de las acciones; aunque no hay acuerdo sobre esto último.
La política de dividendos forma parte de las decisiones de financiación de la empresa, puesto que cualquier dinero pagado en concepto de dividendos deberá ser financiado de alguna manera, ya sea con un nuevo endeudamiento o con una nueva ampliación de capital. Pero al suponer que el nivel del endeudamiento y los desembolsos de las inversiones van a permanecer constantes, los posibles dividendos deberán proceder de nuevas emisiones de acciones. Por ello algunos autores definen la política de dividendos como la relación existente entre los beneficios retenidos, por un lado, y la distribución de dividendos líquidos y la emisión de nuevas acciones, por otro.
Lógicamente, el objetivo es encontrar aquella política que haga máximo el valor de mercado de las acciones. Es por este motivo por el que debemos hacernos dos preguntas: ¿los dividendos influyen en el valor de las acciones? y, si esto es así, ¿qué tipo de relación existe entre la cuantía de los dividendos y el valor de aquellas?
Seguidamente se analizan dos posiciones opuestas sobre la política de dividendos (las teorías de Modigliani y Miller y la teoría de Gordon-Lintner). Posteriormente se tienen en cuenta un conjunto de teorías situadas entre las dos anteriores, para después analizar algunos estudios prácticos. Por último, se hace una referencia a la vinculación entre la recompra de acciones y la política de dividendos.
Es preciso tener en cuenta la universalización de la política de distribución de dividendos o, mejor dicho, de las rentas de capital propio. En efecto, el concepto de política de dividendos y su relación con el valor de las acciones, solo es aplicable a empresas de una determinada forma jurídica y la valoración por el mercado solo vincula a aquellas para las que existe un mercado secundario que podría llegar a valorar los títulos. Para la generalidad de las empresas, (el 97 % en España según los últimos datos proporcionados por el Directorio Central de Empresas del Instituto Nacional de Estadística) la distribución de rentas de capital propio se concreta en el valor óptimo que el socio ha de percibir por su participación en el proceso financiero de la empresa. Por su parte, en aquellas empresas (empresas de participación) en las que el socio participa no solo en el proceso financiero sino también en el proceso real, se determina como el equilibrio necesario entre la percepción de las rentas por su participación real y financiera siendo esta última siempre superior a lo que podría obtener por su capital en el mercado financiero.
La teoría de Lintner y Gordon: la relevancia de la política de dividendos
Para Gordon y Lintner la política de dividendos afecta al valor de las acciones de la sociedad (posición tradicional). Así, confieren al dividendo un papel esencial en la determinación del valor de la empresa, ya que los inversores prefieren una rentabilidad cierta y en el momento actual a la eventualidad de obtener mayores dividendos en el futuro.
La tasa de rendimiento de las acciones (ke) aumenta al reducirse la tasa de reparto de beneficios debido a que, desde el punto de vista de los inversores, los pagos vía dividendos son más seguros que los que provienen vía ganancias de capital. Esto es, desde el punto de vista del accionista, el valor de un euro de dividendos es mayor que el de uno de ganancias de capital por ser el rendimiento sobre los dividendos (RDI1 (1-trb) / P0) más seguro que la tasa de crecimiento de los mismos (rttrbt). Nos encontramos ante la derivación del denominado "Modelo de Gordon" según el cual el precio de mercado actual de una acción es igual a dividir el valor esperado del próximo dividendo por la diferencia entre la tasa de rendimiento requerida de los accionistas ordinarios y la tasa de crecimiento esperada de los dividendos de la empresa.
Posición: RDIt
Pt = f (trbt)
Si:
RDIt+1 = RDIt + rttrbtRDIt = RDI t (1 + rttrbt) = RDI 0 (1 + r trb)t
Entonces:
Donde:
RDIt: Resultado después de intereses en el período t-ésimo.
rt: Tasa de crecimiento esperada de los beneficios en el período t-ésimo.
trbt: tasa de retención de resultados en el período t-ésimo.
P0: Precio teórico de la acción en el momento 0 que viene definido por el número de títulos por su valor.
Ke: Tasa de rendimiento requerido de las acciones.
En este caso:
Si r = k e;
El precio teórico de la acción no depende de la política de dividendos.
Si r ≠ K e;
Si la tasa de rendimiento esperado es mayor que la rentabilidad que exigen los accionistas, la primera derivada es positiva en cuyo caso la tasa de retención de resultados habrá de hacerse tan grande como sea posible y en último extremo todos los resultados quedarán en la empresa como reservas.
Si r > k e; trb = 1 ⇒ RDIt = RV t
En el caso contrario, hay que repartir los mayores dividendos posibles o las mayores rentas de capital.
Si r < ke; trb = 0 ⇒ RDIt = RC t
Concretando, si con el dinero obtenido a través de los beneficios, la empresa puede obtener una rentabilidad superior a la que pueden lograr los accionistas, sería preferible no repartir dividendos, con lo que se conseguiría aumenta la riqueza de los accionistas. Pero si sucediese lo contrario lo ideal sería repartir los beneficios a los accionistas.
Entre las críticas que este modelo ha sufrido podemos destacar aquellas que ponen en entredicho que la tasa de retención se mantenga constante durante largo tiempo (aunque Lintner demostró que las empresas tienden a mantenerla constante o con pocas variaciones). Lo mismo ocurre con el rendimiento de las inversiones, puesto que este suele disminuir conforme aumente el volumen de la inversión debido a que la empresa realizará primero las inversiones más rentables para acometer seguidamente las de menor rendimiento.
rt = r ∀t
trbt = trb ∀t
Por otra parte, si se retienen todos los beneficios, el precio de la acción sería nulo, lo que se contradice con la realidad puesto que la ausencia de dividendos no quiere decir que la empresa esté atravesando dificultades sino que puede haber reinvertido sus beneficios en proyectos muy rentables que prometan un mayor dividendo futuro. Por ello muchas empresas que reparten pocos dividendos ven como sus acciones tienden a subir en el mercado, como ocurre con las empresas ligadas a Internet que suelen basar su rentabilidad en el crecimiento de su valor en bolsa vía reinversiones de capital, de tal manera que cuando han anunciado dividendos mayores a los previstos por el mercado, su precio en bolsa ha caído al indicar que ya no había proyectos suficientemente rentables dónde reinvertir el dinero.
Gordon aduce que la tasa de rendimiento requerida por los accionistas (ke) es una función creciente de la tasa de retención. Ello se debe a que al aumentar las retenciones de beneficios se aplaza el pago de dividendos a períodos venideros lo que hace dichos pagos más arriesgados que los realizados actualmente, de ahí el aumento de (ke).
Una lectura más detenida del modelo de Gordon muestra que este se refiere realmente a un cambio en la política de inversión y no en la de dividendos. Lo que realmente indica es que las empresas que pagan menores dividendos tienden a tener inversiones más arriesgadas; o que hay una mayor incertidumbre sobre cómo dichas decisiones de inversión serán tomadas en el futuro. Por esta razón, y no por los menores dividendos, el mercado descuenta el beneficio de las compañías, que reparten un menor dividendo, más fuertemente. Concretando, los inversores descuentan los beneficios futuros de acuerdo a los riesgos financiero y económico que perciben en la empresa, y no con relación a la tasa de reparto de beneficios de la misma.
La teoría de Modigliani y Miller (MM): la irrelevancia de la política de dividendos
Modigliani y Miller (MM) afirman que, en un mercado de capitales eficiente, la política de dividendos de la empresa es irrelevante en cuanto a su efecto sobre el valor de sus acciones, puesto que este viene determinado por su poder generador de beneficios y por su tipo de riesgo; esto es, dependerá de la política de inversiones de la compañía y no de cuántos beneficios son repartidos o retenidos.
MM demostraron que si la empresa pagaba unos dividendos mayores, debería emitir un mayor número de acciones nuevas para hacer frente a dicho pago, siendo el valor de la parte de la empresa entregada a los nuevos accionistas idéntico al de los dividendos pagados a los accionistas antiguos. Ahora bien, todo esto será cierto siempre que se cumplan una serie de hipótesis básicas:
- — Los costes de transacción se ignoran.
- — La política de inversiones de la empresa se mantiene constante.
- — Las ganancias de capital y los dividendos son gravados con el mismo tipo impositivo.
- — Los dividendos no transmiten ninguna información al mercado.
- — Los mercados de valores son eficientes.
- — Los inversores actúan de forma racional.
Si lo anterior se cumple, se puede demostrar que un aumento del dividendo por acción da lugar a una reducción idéntica en el precio por acción, dejando inamovible la riqueza del accionista. Así que la riqueza actual de los accionistas no cambiará aunque se altere la política de dividendos. Por lo tanto el valor de la empresa solo dependerá de su política de inversiones.
Dado el nivel de inversión requerido por la empresa, el dinero pagado en forma de dividendos puede ser reemplazado por la emisión de nuevas acciones. Es la política de inversiones, no la de financiación, la que determina el valor de la empresa.
Un cambio en la política de dividendos implica únicamente un cambio en la distribución del total de rendimientos entre dividendos y ganancias de capital.
Cuando la empresa emite nuevas acciones para poder pagar los dividendos a los accionistas antiguos se produce una transferencia de riqueza de estos últimos hacia aquellos, que es equivalente al dividendo recibido por los accionistas antiguos.
Ejemplo:
Una empresa tiene un activo de 10.000 euros financiados con recursos propios, 1.000 acciones a un precio de 10 euros cada una.
Los activos le proporcionan un beneficio de 1000 euros. El precio de mercado de las acciones es de 11 euros.
Situación 1 | ACTIVO | PASIVO | | nº títulos | Precio | |
10.000 | Activo Fijo | Fondos propios | 10.000 | 1.000 | 10 | Precio inicial de la acción |
1.000 | Tesorería | Beneficios | 1.000 | | 11 | Riqueza del accionista |
11.000 | | | 11.000 | | | |
La empresa decide remunerar las acciones vía dividendos:
Situación 2: Reparte la totalidad del beneficio | ACTIVO | PASIVO | | nº títulos | Precio | |
10.000 | Activo Fijo | Fondos propios | 10.000 | 1.000 | 10 | Precio inicial de la acción |
| Tesorería | Beneficios | | | 11 | Riqueza del accionista |
10.000 | TOTAL | TOTAL | 10.000 | | | |
El precio de la acción en este caso es de 10 euros pero la riqueza de los accionistas sigue siendo de 11 euros (10 euros del precio de la acción y 1 euro de dividendos).
Para que la empresa pueda seguir funcionando, decide acometer un proyecto de inversión por valor de 1.000 euros.
Situación 3: Acomete un proyecto de inversión | ACTIVO | PASIVO | | nº títulos | Precio | |
10.000 | Activo Fijo | Fondos propios | 11.000 | 1.100 | 10 | Precio inicial de la acción |
1.000 | Tesorería | Beneficios | 0 | | 10 | Riqueza del accionista |
11.000 | TOTAL | TOTAL | 11.000 | | | |
El precio por acción es, pues, de 10 euros pero ahora no hay 1.000 acciones emitidas sino 1.100 y esta emisión ha sido necesaria para financiar una inversión, que podría haberse acometido con los beneficios obtenidos en el período anterior si estos no se hubiesen repartido. De lo que se deduce que en realidad la emisión de acciones está financiando el pago de dividendos a las 1.000 acciones iniciales.
Antes de la distribución de dividendos el valor de mercado de la empresa era de 11.000 euros (10.000 de fondos propios más 1.000 de beneficios), que estaba repartido entre 1.000 acciones; mientras que ahora el valor de mercado sigue siendo el mismo pero se distribuye entre 1.100 acciones.
Las acciones, antes de la distribución de dividendos, valían 11 euros cada una, después de la misma, valen un euro menos, justo el valor de los dividendos repartidos por acción y que realmente han sido pagados a través de una emisión de acciones nuevas.
En resumen, la idea de MM sobre la irrelevancia de la política de dividendos no supone un mundo de certidumbre sino un mercado financiero eficiente, lo que hace que las transferencias de valor derivadas de las variaciones en la política de dividendos se realice en términos equitativos. Y, puesto que el valor global de los capitales de los accionistas (antiguos y nuevos) no se verá afectado, nadie gana o pierde.
La tasa de reparto de los beneficios de la empresa podría afectar al precio de las acciones si los accionistas no tuvieran otra manera de recibir las rentas de sus inversiones. Pero como quiera que el mercado es eficiente, si un accionista necesita liquidez no tendría más que acudir al mercado y vender sus acciones. De esta manera cada inversor podría diseñar su propia política de dividendos sin importarle cual es la de la empresa, por ello se pude deducir que esta última es irrelevante para el accionista y, por lo tanto, no afectará al precio de mercado de las acciones de la empresa.
Otras teorías sobre política de dividendos
Entre las dos posiciones anteriores hay un conjunto de teorías que se desarrollan de forma teórica: la teoría de los dividendos residuales, el efecto clientela, el valor informativo de los dividendos, la política de dividendos y los costes de agencia o la teoría de las expectativas.
Teoría de los dividendos residuales
La Teoría de los dividendos residuales promueve que solo se produzca su distribución cuando se hayan satisfecho todas las oportunidades de inversión; esto es cuando haya beneficios residuales una vez fijada la política de inversión de la empresa.
La Teoría de MM establece la hipótesis de que no hay gastos de corretaje, es decir, no hay gastos de emisión de acciones; sin embargo, la situación real es que en el mercado se producen costes de emisión por lo que a la empresa le resulta más caro el dinero proveniente de la emisión de acciones que el que consigue vía beneficios retenidos. El efecto de los costes de emisión es eliminar la indiferencia existente entre emitir acciones para financiar los pagos por dividendos y la financiación interna. Las máximas son:
- — Mantener constante el ratio de endeudamiento para los proyectos de inversión futuros.
- — Aceptar un proyecto de inversión solo si su valor actual neto es positivo.
- — Financiar la parte del desembolso de los nuevos proyectos procedente de las acciones ordinarias, primero mediante financiación interna y cuando esta se agote, a través de la emisión de nuevos títulos.
- — Si quedase alguna financiación interna sin aplicar después de asignar los proyectos de inversión, se distribuirá vía dividendos. En caso contrario no habrá pago de dividendos.
Según esta teoría la política de dividendos tiene una influencia pasiva y no incide directamente sobre el valor de mercado de las acciones.
El efecto clientela
El “efecto clientela” designa el hecho de la formación de distintas clases o grupos de inversores que, partiendo de distintas preferencias, persiguen maximizar la rentabilidad de su inversión siguiendo una conducta racional:
- — Los que prefieren los dividendos.
- — Los que prefieren las ganancias de capital.
- — Los que se muestran indiferentes.
Así, quienes prefieran percibir dividendos frente a las ganancias de capital, buscarán empresas con esa política, mientras existirá otro grupo de inversores que preferirán las ganancias de capital frente a la obtención de dividendos, con lo que dirigirán su inversión hacia empresas con políticas de dividendos acordes a esas preferencias.
Las empresas atraerán hacia sí una determinada clientela de inversores mediante su política de dividendos sin obtener por ello un mayor valor de sus acciones.
De esta forma las empresas e inversores que prefieren grandes dividendos líquidos invertirán en aquellas empresas que se los proporcionen, mientras que las que los prefieran pequeños buscarán las compañías que tengan dicha política. Por ello esta teoría recibe el nombre de efecto clientela, pues cada empresa tendrá sus propios inversores-clientes.
Cualquier política de dividendos que se establezca es tan buena o tan mala como cualquier otra, dependerá de los inversores y, por tanto, dicha política no afectará a la valoración de las acciones. Un cambio en la política de distribución de beneficios provocará un cambio en los inversores que buscarán una readaptación de sus inversiones en función de sus preferencias.
Después de alcanzar el equilibrio ninguna empresa podrá alterar el valor de sus acciones variando su política de dividendos.
Un caso especial de este efecto es la denominada “clientela fiscal” que provoca una demanda de dividendos en función de su situación fiscal personal. Los distintos trabajos empíricos parecen corroborar este efecto: los inversores están dispuestos a pagar impuestos sobre las acciones que reparten dividendos pero a cambio demandan una compensación por la discriminación impositiva con respecto a las ganancias de capital.
El valor informativo de los dividendos
En un mercado eficiente los precios de los títulos reflejan toda la información disponible porque los inversores tienen acceso a la misma. Sin embargo, en la realidad esto no suele suceder y los inversores no lo saben todo acerca de los flujos de caja esperados, ni acerca del riesgo asociado a los mismos. De hecho, los directivos estarán mejor informados que los accionistas y que el propio mercado (a esto se le denomina información asimétrica). Así que la eficiencia del mercado de valores en cuanto a la generación de buenas estimaciones del valor intrínseco de las acciones depende, en cierto modo, de la capacidad de los directivos de comunicar información económica al mercado. Y la política de dividendos proporciona un vehículo ideal para comunicar tal información a los accionistas. De hecho, tal vez sea este el principal papel de dicha política. Es decir, una elevación de los dividendos es un anuncio de la directiva de que los flujos de caja esperados van a superar a los obtenidos en el pasado.
Las alteraciones en la política de dividendos proporcionan información al mercado de valores. Un aumento en los dividendos esperados puede ser interpretado como una buena noticia. Un recorte de los mismos podría indicar malas noticias. Su completa eliminación, en un número importante de sectores, sería el síntoma de que algo grave le ocurre a la empresa.
En un mercado eficiente, los accionistas anticipan el anuncio del dividendo; y si al producirse su distribución, este fuese superior al anticipado, se produciría un alza de los precios de las acciones al indicar que las expectativas de ganancias futuras son superiores a las inicialmente supuestas por el mercado.
Si el dividendo fuese inferior al esperado se produciría un descenso en los precios por el motivo contrario al expuesto.
No obstante, podría ocurrir que los precios aumentaran cuando una empresa tiene expectativas de inversión rentables y le resulta difícil conseguir financiación ajena; el valor de las acciones de la empresa puede aumentar como consecuencia de una reducción de los dividendos y un aumento de las inversiones. Ahora bien, la condición fundamental para que esto se cumpla es que el mercado se entere de todo esto y lo perciba como algo positivo.
Las señales que pueden proporcionar los dividendos dependen de los sectores. En sectores en crecimiento, los accionistas esperan ganancias de capital porque confían en el crecimiento futuro de las empresas. No esperan dividendos y si los hay proporciona una disminución del precio de las acciones porque se relaciona con una menor expectativa de valor.
Así, en un mercado con riesgo, los dividendos son un medio de minimizar cualquier desajuste que pueda surgir en el precio de las acciones como resultado de la asimetría informativa. Los dividendos, también, pueden ser importantes en cuanto que la dirección de la empresa no tenga otro medio fiable de informar a los inversores sobre los beneficios esperados.
La teoría de las expectativas
La denominada teoría de las expectativas se basa en que el mercado anticipa lo que va a ocurrir otorgando mayor importancia a lo que se espera que suceda más que a lo que sucede en la actualidad.
El mercado se conforma con base en expectativas. Un anuncio de dividendos provocará efectos en el mercado con base en estimaciones sobre los beneficios de la empresa, las oportunidades de inversión y sus formas de financiarse. Las estimaciones se basan, por su parte, en los parámetros de entorno no controlados por la dirección que recogen el funcionamiento de la economía en general (políticas fiscales, políticas sectoriales, etcétera).
De esta manera si el mercado tiene la expectativa de un aumento de los dividendos, si se produce, no habrá alteraciones puesto que el mercado ya ha anticipado dicha información, esto es, lo que ocurre coincide con lo esperado por el mercado.
Si se anuncia más o menos de lo esperado, el precio ascenderá o se reducirá respectivamente. En definitiva, si existe una diferencia entre el dividendo anunciado y el esperado, lo más probable es que se produzca una variación en el precio de las acciones.
Teoría “q” del dividendo
La Teoría “q” del dividendo está basada en la “q” de Tobin como medida explicativa del valor de la empresa. La “q” de TOBIN es la relación por cociente entre el valor de mercado de la empresa con el coste de reposición de sus activos. Su relación con la política de distribución de dividendos es directa en cuanto que una valoración de los inversores positiva indicará una mayor reinversión en la empresa y por tanto un menor reparto de beneficios.
Es decir:
- — Si “q” > 1, la empresa está valorada por encima de su valor real material lo cual supone expectativas de crecimiento, necesidad de reinvertir en la empresa y menores dividendos.
- — Si “q” < 1, el mercado no valora adecuadamente el esfuerzo de inversión realizado por la empresa, lo que supone que pueden repartirse mayores dividendos ya que no es valorada la inversión futura.
- — Si “q” = 1 la empresa está valorada en justo su valor real material, por lo que la rentabilidad de sus activos es igual a la exigida por el mercado. La empresa en este caso puede reorientar su política de dividendos.
Con todo, la aversión a los dividendos será tanto mayor cuanto mayor sea la rentabilidad de las nuevas inversiones en la empresa.
Estudios empíricos sobre política de dividendos
Como quiera que los estudios teóricos no clarifican la relevancia o la irrelevancia de la política de distribución de dividendos, se desarrollan de forma práctica algunas teorías que muestran la realidad de la distribución de los mismos. Entre ellas, la Teoría de Black y Scholes, la Teoría de Litzengerger y Ramaswamy, la Teoría de Miller y Scholes, la Teoría de Higgins, la Teoría de Lintner y la Teoría de Rozzeff.
Teoría de Black y Scholes
La Teoría de Black y Scholes apoya la irrelevancia de la política de dividendos en un mundo con costes de transacción e impuestos que formaliza el mencionado “efecto clientela”. Los inversores han de obtener ventajas que contrarresten el pago de impuestos derivado de la distribución de dividendos. Cada inversor desarrolla un tipo de cálculo implícito que pondera el beneficio de recibir dividendos contra la desventaja de tener que pagar impuestos.
Los inversores se agruparán en segmentos y las empresas cambiarán de clientela sin que ello requiera una modificación en el precio teórico de las acciones para ajustar su política de dividendos hacia aquellos inversores que en ese momento sean los mayoritarios.
Black y Scholes examinaron las relaciones entre el rendimiento sobre el dividendo “r t” y el rendimiento total exigido a las acciones “ke”. Si los inversores prefieren los dividendos a las ganancias de capital, los mayores rendimientos sobre los mismos impulsarán al alza el precio de las acciones y, por lo tanto, producirán un menor rendimiento total (k e). Si, por el contrario, hubiese una aversión a los dividendos, cuanto más grandes sean estos, menores serían los precios y más grande el rendimiento total exigido por los inversores.
Para comprobar su idea recurren al modelo de valoración de activos financieros (CAPM), añadiendo a su expresión central, la recta del mercado de títulos (SML), un componente “λi” indicativo de la variabilidad del rendimiento sobre el dividendo:
Así:
Ei = Rf + [Em - Rf] βi + (RDi - RDm) λi)
Siendo
Ei: Rendimiento esperado del título i-ésimo.
Rf: Tipo de interés sin riesgo.
Em: Rendimiento esperado del mercado.
βi: Coeficiente de volatilidad.
RDm: Rendimiento promedio sobre el dividendo en el mercado.
RDi: Rendimiento promedio sobre el dividendo del título.
Si realizando un análisis de regresión:
λi = 0; se cumplen las hipótesis de MM y por tanto la irrelevancia de modo que las empresas no pueden influir en el precio de los títulos alterando la política de dividendos.
λi > 0; los inversores requerirán un rendimiento más alto de los títulos que repartan mayores dividendos.
λi < 0; se cumpliría la Teoría de Gordon y Lintner.
La importancia de este modelo radica en ser el primer estudio empírico en soportar las ideas defendidas por MM sobre la irrelevancia de la política de dividendos.
Teoría de Litzenberger y Ramaswamy
Litzenberger y Ramaswamy construyeron una teoría a partir del diferente tratamiento fiscal de las ganancias de capital y los dividendos repartidos.
Partiendo del modelo del CAPM e introduciendo el efecto fiscal concluyeron que la mayor carga fiscal sobre los dividendos impulsaba a los inversores a no desear dividendos lo que implicaba un alza de los rendimientos antes de impuesto y consecuentemente una disminución del precio de las acciones. Es decir, son más valoradas las ganancias de capital que los dividendos. Demostraron a través de un estudio empírico que por cada punto porcentual que aumentase el rendimiento sobre el dividendo los accionistas requerían un aumento de 1,23 puntos porcentuales en el rendimiento total de la acción. Esto implicaba que las empresas podrían aumentar el valor de sus acciones reduciendo los dividendos repartidos. Esta teoría, por tanto, considera relevante la política de dividendos.
Teoría de Miller y Scholes
El modelo de Miller y Scholes se basa en la teoría de las expectativas y es una crítica al modelo de Litzenberger y Ramaswamy. Esta teoría se basa en la asimetría de la información como causa de las variaciones del precio de las acciones. No es el tratamiento fiscal lo que provoca variaciones en los precios como consecuencia de la aversión de los inversores a los dividendos sino la información que se proporciona al mercado. El modelo apoya la irrelevancia de la política de dividendos contrastándose de empíricamente que el efecto fiscal podía llegar a ser despreciable y que lo que realmente influía era la información que el anuncio de reparto de dividendos comunicaba al mercado.
Modelo de Higgins
El modelo de Higgins resume la política de dividendos como el resultado de un proceso de búsqueda de equilibrio de dos conceptos de coste:
- — Los costes de emisión de acciones que se producen como consecuencia de incrementar los dividendos.
- — Los costes de mantenimiento de efectivo como consecuencia de una reducción en el reparto de los mismos.
Así la distribución de dividendos dependerá de la tasa de inversión bruta, esto es de la riqueza generada por las nuevas inversiones.
Modelo de Rozeff
La premisa del Modelo de Rozeff es la preferencia de los inversores sobre hacer mínimos los costes de transacción y emisión de acciones. Así, la tasa de reparto de dividendos resulta de contraponer tres tipos de coste:
- — Los costes de emisión de las acciones.
- — Los costes fijos que general el efecto de apalancamiento en la empresa.
- — Los costes de agencia implícitos en la política de dividendos.
Los dos primeros conceptos restringen la política de distribución de dividendos. En efecto, cuanto mayor sea el apalancamiento mayor proporción de financiación ajena en el pasivo de la empresa y menor la distribución de dividendos por la necesidad de desviar recursos a la amortización y pago de la deuda. El intento de reducir los costes de agencia favorece la política de dividendos.
Modelo de Lintner
A mediados de los años cincuenta John Lintner, sobre la base de un trabajo empírico, estudió el pago de dividendos de diferentes empresas estableciendo la descripción de la fijación de los dividendos en cuatro puntos clave:
- — Las empresas fijan unas ratios objetivo de dividendos a largo plazo de modo que la fase de maduración de la empresa es directamente proporcional al nivel de dividendos que reparte (empresas maduras-mayores dividendos, empresas en crecimiento-dividendos más bajos).
- — Las empresas se preocupan más de las variaciones producidas en los dividendos que los valores absolutos de los mismos.
- — Los cambios de los dividendos preceden a los aumentos a largo plazo de las ganancias.
- — Las empresas son reacias a cambios en la política de dividendos. Un incremento del pago de dividendos se produce cuando se espera que pueda mantenerse dicha política en el tiempo.
Con base en el estudio realizado, Lintner desarrolló un sencillo modelo.
Donde:
RDIt: Resultados después de intereses en el período t-ésimo.
nt: Número de títulos en el momento t-ésimo.
trb: Tasa de retención de beneficios.
α: Ratio objetivo de distribución de beneficios.
El modelo sugiere que los dividendos dependen, en parte, de los beneficios actuales de la empresa y, en parte, del dividendo del año anterior que, a su vez, depende de los beneficios y del dividendo del año precedente. Una empresa que hiciese siempre efectivo su ratio objetivo debería modificar su dividendo cuando varían sus beneficios. Sin embargo, el estudio empírico desarrollado por Lintner demostraba que los accionistas preferían un crecimiento constante de los dividendos y que las variaciones se desviaban solo ligeramente.
Así:
β: Tasa de ajuste de los dividendos.
Cuánto más conservadora sea la política de dividendos de la empresa, más lentamente se aproximará a su objetivo y menor será la tasa de ajuste.
La recompra de acciones y la política de dividendos
La recompra de acciones consiste en la compra por parte de la empresa de sus propias acciones, lo que puede provocar similares efectos que la distribución de dividendos en la empresa.
Si una empresa mantiene grandes cantidades de liquidez o desea cambiar la estructura financiera de la empresa (deuda por capital propio) puede recomprar acciones de tres maneras distintas:
- — Adquisición de acciones en mercados abiertos: La empresa adquiere las acciones a través de un intermediario financiero a precio de mercado; como quiera que se aumenta la demanda de los títulos provocará un ascenso del precio y llevará consigo el pago de comisiones. Es la forma de recompra más utilizada puesto que puede utilizarse para mantener los precios de las acciones.
- — Oferta pública de adquisiciones realizada a un precio determinado (superior al de mercado al llevar incorporado una prima) y por un número de acciones específico. Esta es una buena alternativa ante la necesidad de compra de grandes cantidades de títulos, al ser conocidas públicamente las intenciones de la empresa los accionistas tienen la oportunidad de vender sus títulos.
- — Oferta pública de adquisición de acciones a través de un gran inversor: Se trata de una medida defensiva ante una compra hostil para hacerse con el control de la empresa. Se reducen el número de acciones en el mercado con el consiguiente incremento del apalancamiento financiero (disminuyen los recursos propios) y la rentabilidad financiera de los propietarios que permanecen en la empresa.
No obstante si se pretende conseguir un incremento del apalancamiento la empresa puede repartir altos dividendos financiados con deuda (recapitalización apalancada) que sin embargo puede plantear unas “señales ficticias” porque el mercado esperará incrementos en el futuro que no se conoce si van a poder ser satisfechos con el consiguiente riesgo asumido por la dirección.
Mediante el empleo de la recompra de acciones como medio de distribución de efectivo (y no como sistema de defensa), la compañía tiende a dirigir el efectivo hacia aquellos inversionistas que desean liquidez, pasando por alto a quienes no la necesitan por el momento. De esta forma solo son gravados fiscalmente algunos accionistas y no todos, como ocurre en la distribución normal de dividendos.
Otras razones que pueden inducir a la recompra de acciones son la posibilidad de adquirir otras empresas (a través de un canje de títulos, lo que puede tener ventajas fiscales), o el dar cumplimiento a ciertas obligaciones comprendidas en planes de opciones de compra de acciones. En este último caso si la empresa no pudiese recomprar las acciones para entregárselas a los empleados, debería emitirlas lo que causaría un efecto dilución en los accionistas de la empresa. Sin embargo, puede ocurrir que los directivos recompren acciones con la idea de hacer subir su precio lo que aumentaría el valor de sus opciones de compra (el mercado considera las recompras de acciones como una señal de que el equipo directivo de la empresa supone que las acciones están infravaloradas, esto podría explicar también el aumento de precio subsiguiente).
Las acciones en cartera, pueden ser dadas de baja, o revendidas cuando la empresa lo estime necesario para financiar otras operaciones siempre que la legislación mercantil lo permita.
Ejemplo:
Partiendo de la siguiente situación, analizar las consecuencias de la distribución de dividendos líquidos o la recompra de acciones.
Situación 1 | ACTIVO | PASIVO | | nº títulos | Precio por acción |
10.000 | Activo Fijo | Fondos propios | 11.000 | 1.000 | 11 |
1.000 | Tesorería | Deuda | 0 | | |
11.000 | TOTAL | TOTAL | 11.000 | | |
La empresa decide repartir un dividendo de 1 euro por acción, con un desembolso de 1.000 euros:
Situación 2: Pago de dividendos | Dividendos | 1 | Desembolso | 1.000 |
| ACTIVO | PASIVO | | | Precio de la acción | 10 |
10.000 | Activo Fijo | Fondos propios | 10.000 | | | |
0 | Tesorería | | | | | |
10.000 | | | 10.000 | | | |
El accionista recibe 1 euro en efectivo y sigue manteniendo sus acciones a un precio de 1 euro menos (veremos que si la empresa quiere mantener el precio de las acciones bastaría con endeudarse por el valor del dividendo para que la política de distribución de dividendos sea irrelevante como demuestran MM)
En la situación 3, la empresa decide recomprar acciones con un desembolso de 1.000 euros por lo que recompra 91 títulos:
Situación 3: Recompra de acciones | Recompra | 91 | Desembolso | 1.000 |
| ACTIVO | PASIVO | | | Precio de la acción | 11 |
10.000 | Activo Fijo | Fondos propios | 10.000 | | | |
0 | Tesorería | | | | | |
10.000 | | | 10.000 | | | |
Así es que el precio de la acción de los accionistas que permanecen es de 11 euros.
Como puede observarse la empresa en ambos casos paga parte de su efectivo que se distribuye a los accionistas; los activos son los mismos en ambos casos.
Recuerde que...
- • La política de dividendos forma parte de las decisiones de financiación de la empresa, puesto que cualquier dinero pagado en concepto de dividendos deberá ser financiado de alguna manera, ya sea con un nuevo endeudamiento o con una nueva ampliación de capital.
- • Para Gordon y Lintner la política de dividendos afecta al valor de las acciones de la sociedad, ya que confieren al dividendo un papel esencial en la determinación del valor de la empresa.
- • Para Modigliani y Miller, la política de dividendos de la empresa es irrelevante en cuanto a su efecto sobre el valor de sus acciones, puesto que este viene determinado por su poder generador de beneficios y por su tipo de riesgo.
- • Algunas teorías que desarrollan de forma práctica la realidad de la distribución de los dividendos son: la Teoría de Black y Scholes, la Teoría de Litzengerger y Ramaswamy, la Teoría de Miller y Scholes, la Teoría de Higgins, la Teoría de Lintner y la Teoría de Rozze.
- • La recompra de acciones consiste en la compra por parte de la empresa de sus propias acciones, lo que puede provocar similares efectos que la distribución de dividendos en la empresa.