La organización federal intenta simultanear las ventajas de las redes coordinadas fundamentalmente por el mercado, con las formas organizativas que se basan para su coordinación en la cultura organizacional, por lo que, como veremos, cuentan con características de ambas. Su intención es conseguir introducir en la organización el mercado como elemento disciplinador del comportamiento entre las unidades, dada la elevadísima autonomía con la que cuentan, y los valores compartidos por todos los miembros de la organización como elemento cohesionador que favorezca las relaciones no competitivas entre las unidades, para poder desarrollar así el clima de confianza necesario para el surgimiento de sinergias que de otra manera, dados los elevados costes de transacción ligados a determinadas transacciones, no se producirían.
A continuación presentamos una serie de proposiciones que pretenden caracterizar a la organización federal, con la finalidad de diferenciarla claramente de la pléyade de “nuevos” y “originales” diseños organizativos que abarrotan la literatura.
El origen de una organización federal es una estructura funcional tradicional. Cuando las unidades especializadas en diferentes fases del proceso productivo, se enfrentan a trabajos tan complejos que se hace imposible su coordinación por los métodos tradicionales de la organización funcional, se recurre a independizar esas unidades. Aunque esas unidades se comporten independientemente, la naturaleza de la organización en su conjunto sigue siendo funcional, esto es, unidades especializadas entre las que existen intensas interdependencias de proceso priorizadas e interdependencias de flujo secundarias que hay que compensar. En cuanto a su estrategia de diversificación, su naturaleza funcional impide una diversificación intensa, favoreciendo comportamientos mucho más próximos a la expansión, lo cual hace que, en su estructura primaria, las unidades creadas no se hayan constituido teniendo que priorizar capacidades hard (más ligadas a la producción y la tecnología) o soft (más ligadas al marketing y a los recursos humanos), sino que cada una de ellas poseerá en mayor medida uno de los dos tipos de capacidades. De ello podemos formular las dos primeras proposiciones:
- — Proposición 1. Una organización federal tiene una estructura primaria funcional en lo que respecta a su agrupación de puestos en unidades.
- — Proposición 2. Una organización federal tiene una estrategia de diversificación intensamente relacional, en la medida en que los productos y servicios que ofrece comparten eslabones básicos en su cadena de valor, eslabones que constituyen las unidades funcionales de la estructura federal.
Esta complejidad a la que hemos hecho referencia suele derivarse de un ambiente turbulento en las tareas encomendadas a cada una de las unidades, lo cual conduce a una necesidad grande de flexibilidad, con las capacidades lógicas en cuanto a generación de conocimiento. Igualmente puede ser debida a una elevada complejidad intrínseca en los trabajos a realizar en cada fase del proceso productivo. Es por ello que cada una de las unidades poseerá niveles de autonomía prácticamente totales. Ello significa que, tanto la formulación de su estrategia como su implementación son autónomas, no debiendo inmiscuirse mediante su autoridad formal la central de ninguna manera. No se aplica, en principio, ningún mecanismo de control, ni de planificación estratégica, ni de control estratégico ni de control financiero, teniendo, por tanto, cada unidad una libertad de movimiento similar a la que poseería si fuese independiente. Naturalmente, esta situación no se consigue con una simple formalización de intenciones, sino con una actuación histórica que haga creíble una declaración de principios, actuación que genera la característica cultural de autonomía real. De esto se deduce una tercera proposición:
- — Proposición 3. Las unidades primarias de una organización federal además de autonomía tienen autocontrol pleno, tanto en el diseño como en la implementación de la estrategia.
Se introduce el mercado como mecanismo que disciplina el comportamiento de las unidades. Las transacciones que se produzcan entre las mismas deberán estar regidas por los precios del mercado, lo que supone que, para que se dé una organización federal en estado puro, todas sus unidades deben contar con un mercado externo, además del interno. Dentro de la autonomía ya planteada, las unidades tienen plena libertad para operar tanto con unidades internas como con unidades externas, guiándose su decisión por criterios de mercado. Esta característica genera una importante consecuencia: las unidades que conforman una estructura federal son unidades estratégicas de negocio. En efecto, ya que está basada en la especialización de tareas, siendo las capacidades ligadas a las mismas el objetivo estratégico esencial. Si le añadimos un mercado externo, puede perfectamente ser considerada como un negocio, con planteamientos estratégicos claramente diferenciados de los del resto de unidades de la organización, dada su especialización funcional. Cada una de las unidades tendrá que desarrollar, además de sus capacidades esenciales, capacidades tipo soft, al tener que enfrentarse a mercados externos, aproximándose de manera evidente a una forma empresarial independiente. Además, dado que la especialización funcional hace tan específicas las unidades, estas necesariamente contarán con estrategias diferenciadas. De todo ello se deducen otras cuatro proposiciones:
- — Proposición 4. En una organización federal los outputs de todas sus unidades tienen un mercado externo competitivo.
- — Proposición 5. En una organización federal todas sus unidades tienen plena libertad para operar en el mercado interno o en el externo.
- — Proposición 6. En una organización federal no existen los precios de transferencia interunidades internos, siendo estos sustituidos por los precios del mercado competitivo, que regirá las relaciones entre las unidades.
- — Proposición 7. En una organización federal no se dan subvenciones cruzadas de recursos financieros.
A pesar de lo que se pueda deducir de las proposiciones anteriores, el mecanismo de coordinación fundamental de las organizaciones federales, que las diferencia de las redes, es la normalización de normas. En efecto, la cultura común se erige como el núcleo fundamental de la organización, encontrándonos con una combinación enormemente curiosa de organización funcional con organización en clan. Esta cultura tiene por objetivo generar un ambiente de confianza entre las unidades, que permita el intercambio de activos intensos en conocimiento, al reducir los costes de transacción, favoreciendo, en última instancia, el surgimiento de sinergias creadoras de nuevo conocimiento. En realidad estamos refiriéndonos de nuevo, aunque de manera muy sutil, al mercado como mecanismo de coordinación: de entre aquellas empresas con las que puedo colaborar para desarrollar algún tipo de proyecto, estable o temporal, las que me ofrecen unos costes de transacción más bajo son las unidades internas, por lo que optaré por ellas. De hecho, es la tendencia que también están experimentando las redes (véase "Estructura organizativa en red"). Es, en la generación de esta cultura compartida, donde la central tiene su principal misión. Para ello la central, como propietaria en última instancia de las unidades, sin inmiscuirse en absoluto en la gestión de las mismas, sí tiene la obligación de recabar información constante sobre ellas, de tal manera que pueda realizar una evaluación de las mismas. Así podrá ejercer las potestades que tiene, con la finalidad máxima de crear una cultura de colaboración: libertad para nombrar los máximos directivos de las unidades; consensuar la estrategia global de la organización con las unidades para así garantizar, ante todo, la necesaria diversificación intensamente relacional; favorecer la adaptación mutua entre las unidades mediante la estimulación de rotaciones de personal voluntarias, reuniones formales e informales, y cualquier otro vínculo lateral establecido voluntariamente entre las partes y favorecido por la central; establecimiento de la misión organizacional; independizar a las unidades surgidas en el seno de otras unidades con la finalidad de garantizar los principios de la organización en su conjunto; sugerir la colaboración de las unidades en determinados temas; garantizar una imagen homogénea y común frente al exterior, con la simbología que garantiza la expansión de esa cultura; garantizar el cumplimiento de los acuerdos establecidos entre las unidades, actuando en cierta medida como juez imparcial. Vemos, por tanto, que el patrón que marca las actuaciones de la central es la voluntariedad y colaboración, más que la autoridad y coacción, imprescindible para que en la organización reine una cultura de independencia y confianza, que estimule una colaboración inducida pero voluntaria. Dada las tan limitadas atribuciones de los servicios centrales, su tamaño necesariamente será reducido. Deducimos así tres proposiciones más:
- — Proposición 8. En una organización federal los servicios centrales consensúan con las unidades la estrategia global.
- — Proposición 9. En una organización federal los vínculos laterales, tanto formales como informales para favorecer la adaptación mutua entre las unidades, son abundantes.
- — Proposición 10. En una organización federal el único ejercicio de autoridad formal que la central ejerce es el nombramiento del ápice estratégico de las unidades, así como la independización de estas.
Para el establecimiento de esa cultura compartida, se hace necesario que la organización federal sea de propiedad única y surja por un efecto de desagregación. El no romper los vínculos organizacionales permite con mucha mayor facilidad expandir unos valores compartidos comunes. De hecho, las redes se enfrentan a este problema de intentar fijar los estándares y los valores a través de organizaciones sobre las que no se puede influir con facilidad. Además, para la reducción de los costes de transacción, la confianza que genera el que la central pueda garantizar el cumplimiento de los acuerdos entre las partes es esencial. Igualmente, el origen histórico común facilita una misión compartida. En efecto, aunque en virtud del principio de equifinalidad podamos encontrarnos con la misma disposición formal final tanto a través de un proceso de desagregación, en el que la central cede autonomía a las partes e introduce el mercado en la organización, como de un proceso de agregación, en el que las unidades independientes ceden autonomía a la central para crear una organización común, los elementos informales de la organización federal son de gran importancia y deben ser evaluados. En efecto, en un proceso de desagregación lo lógico es que se posea una visión compartida de la organización y se busque flexibilidad, mientras que en uno de agregación lo normal es que se tenga la flexibilidad de la independencia y se busque el propósito común que genere sinergias. Puesto que hemos planteado que el mecanismo de coordinación esencial de la organización federal es la normalización de normas, es evidente que esta aparecerá con mucha más fuerza en una organización con un origen histórico común. De hecho, estamos planteando aquí la diferenciación entre la organización federal y confederal. Esta distinción, de origen político, es fácilmente extrapolable a la dirección de organizaciones. En la primera, el principio de doble ciudadanía, en virtud del cual un miembro de la organización se siente local y universal a la vez, es mucho más fácil de conseguir que en la segunda, donde se busca una unión entre las partes mucho más pragmática que espiritual, con lo que la cohesión difícilmente es tan perdurable. De ello se deducen dos proposiciones:
- — Proposición 11. En una organización federal las unidades están sujetas bajo un vínculo de propiedad común.
- — Proposición 12. Una organización federal tendrá muchas más posibilidades de éxito si tiene un origen desagregativo en lugar de agregativo.
Hasta ahora nos hemos referido fundamentalmente a la estructura primaria de la organización federal. Por lo que respecta a la operativa, la estructura federal se caracteriza por un trabajo de gran complejidad de naturaleza fundamentalmente profesional. Los elevadísimos niveles de descentralización que supone esta organización, sin duda implican ciertos costes en coordinación, costes asumibles solo si la complejidad de la tarea requiere esa independencia. Igualmente, la flexibilidad que concede la autonomía tiene sentido en entornos turbulentos, con lo que la generación de conocimiento debe ser un requisito competitivo esencial. Tareas de gran simplicidad, o simplificables a través de la normalización de procesos de trabajo, que además tengan entornos muy estables, difícilmente justificarán tales niveles de autonomía, ya que serían perfectamente asumibles bien en una red, dado los menores costes de transacción, bien en una estructura funcional clásica, dado su simplicidad y estabilidad. El trabajador del núcleo deberá ser cualificado, multitareas, con trabajos enriquecidos y motivadores, del cual parte el verdadero poder de la organización. Responde a las características tradicionales de una burocracia profesional, con labores estables pero complejas que requieren especialización, o de un trabajo orgánico, simple o complejo pero enormemente dinámico. De hecho, en el seno de cada una de las unidades de la organización federal tiene una gran potencialidad el hipertexto, con su triple estrato. De hecho el máximo potencial de una estructura federal se alcanzará cuando sea posible, merced a la cultura común, la creación de un hipertexto global voluntariamente constituido por todas las unidades al ceder trabajadores para el estrato innovador, mantener su estrato de trabajo y poseer la base cultural. De ello deducimos las últimas cuatro proposiciones:
- — Proposición 13. En una organización federal el trabajo operativo del núcleo de cada una de las unidades se caracteriza por su complejidad y/o su dinamicidad, por lo que los operarios serán personal muy cualificado de naturaleza profesional.
- — Proposición 14. En una organización federal el trabajo operativo del núcleo de cada una de las unidades es desempeñado por personal especializado o por unidades interdisciplinares de pequeño tamaño y con gran autonomía.
- — Proposición 15. En una organización federal el trabajo operativo del núcleo de cada una de las unidades tiene tal complejidad que el mecanismo de coordinación y control, que se emplee fundamentalmente, será la normalización de habilidades y la normalización de normas.
- — Proposición 16. Una organización federal se caracteriza por la necesidad de sus unidades de ser organizaciones inteligentes.
Las diferencias entre la organización federal y otro tipo de estructuras son sutiles, pero a nuestro entender importantes. En el marasmo terminológico y conceptual reinante en materia de diseño organizativo, consideramos importante resaltar y clarificar esos matices. Mediante el modelo federal se pretende alcanzar la especialización de los modelos funcionales, con el amplio aprovechamiento de las interdependencias de proceso, escala y sociales que esto supone, y simultanearlo con las ventajas del modelo divisional en cuanto a autonomía de las unidades y presión del mercado. Esto solo es posible a través de una normalización de normas intensa que permita una homogeneidad cultural tendente a compensar las fuertísimas interdependencias de flujo altamente descompensadas en una agrupación de naturaleza funcional. Este objetivo, sin embargo, es mucho menos utópico que en un tradicional modelo divisional, por una razón: la dependencia, la necesidad mutua entre las unidades es muy superior en el modelo federal, dado que para la satisfacción del cliente son necesarias las capacidades del resto de eslabones de la cadena de valor. Las diferencias, por tanto, entre un modelo divisional y uno federal, radica en la diferencia entre los criterios de agrupación en unidades (funcional frente a producto/mercado) y en el mecanismo prioritario de coordinación (normalización de normas frente a normalización de resultados). Las diferencias entre el modelo federal y la estructura en red son más sutiles. En primer lugar, las redes, formadas por empresas, constituidas cada una de ellas en agrupaciones producto/mercado, que se asocian para captar clientes y satisfacerlos así en un mayor espectro de necesidades, no son sino estructuras divisionales con fuertes acuerdos de cooperación que las coordinan, sin el vínculo propietario común. Son aquellas redes constituidas por empresas que globalmente satisfacen a un mismo cliente, al especializarse cada una en una fase del proceso productivo, las que pueden guardar un mayor parecido con el modelo federal. Pero no lo alcanzarán sino en la medida en que renuncien al mercado y a la normalización de resultados como mecanismos prioritarios de coordinación, y se acerquen a la cultura compartida, impulsada por un centro fuerte, que llevada a un extremo provoca la perdida del carácter de red fundamentada en acuerdos de cooperación y se constituye en organización federal con una unión íntima entre sus unidades mucho más estrecha.