Concepto
En 1988, el secretario del Tesoro americano, Nicholas Brady, se encontró con una importante “patata caliente” al sur de su país, que a su vez afectaba al sistema bancario estadounidense, y se le pedía que buscara una solución. Dicha solución pasaba por la reestructuración de la deuda bancaria de los países afectados, de forma que los bancos acreedores alargaran los plazos de devolución de dicha deuda y, en su caso, admitieran una quita del principal de la misma, a fin de que se permitiera a dichos países plantear un plan de pagos coherente y realista para atender el servicio de la citada deuda. De cara a realizar el citado aumento de los plazos de vencimiento, se ideó un plan, denominado Plan Brady, que suponía el canje de los títulos antiguos a plazos cortos, o aquellos que ya estaban vencidos, por unos nuevos bonos, denominados Bonos Brady, que se emitirían bien a la par, bien con un determinado descuento, en función de la situación del país afectado. Al cotizar los bonos en los mercados internacionales, las sucesivas transmisiones de estos activos atomizaron los acreedores de dichos países, que dejaron de ser unos cuantos bancos, para ser un conjunto relativamente amplio de inversores. Obviamente, ello permitía a los bancos americanos acreedores sacar de su balance una parte significativa de la deuda que tenían de los países sudamericanos.
Bonos Aztecas
En marzo de 1988, México emitió los primeros Bonos Brady, que se denominaron “Bonos Aztecas”. Los destinatarios fueron los bancos acreedores de empresas públicas mexicanas, que asumieron una quita del 30 % de su deuda. La emisión suponía 2.560 millones de dólares, y tenía un vencimiento a 20 años, con tipo de interés variable (LIBOR + 1,625 %) y estaba garantizada con bonos cupón cero del Tesoro americano a veinte años, coincidiendo con el vencimiento de los bonos aztecas.
El modelo mexicano se aplicó a los diferentes países afectados, estableciendo una garantía del principal para buena parte de la deuda, mediante bonos del Tesoro americano cupón cero con vencimiento hasta treinta años, que eran adquiridos por el país deudor usando sus reservas de divisas, junto con financiación del FMI y del Banco Mundial. En cuanto a los intereses, se estableció un colateral, también para una parte de la deuda, consistente en valores con rating mínimo AA, custodiados por la FED de Nueva York. Obviamente, se exigían ajustes estructurales y asunción de programas económicos bajo la dirección del FMI y del Banco Mundial.
Evidentemente, los países que se adhirieron al Plan Brady estaban obligados a aceptar determinados compromisos establecidos en el protocolo del denominado “Consenso de Washington”. En el Plan Brady se establecía la posibilidad de que se realizase una quita de deuda, siempre que el país afectado aceptara un pago futuro de intereses a tipo variable referenciado al LIBOR. Asimismo, se permitía, en su caso, que se emitieran Bonos Brady por la suma del principal impagado más los intereses no satisfechos, incrementando, por tanto, el principal de la deuda del país en manos de los inversores. Por último, se permitía la posibilidad de establecer opciones de salida en un plazo futuro para determinados acreedores que así lo solicitasen, aunque con un descuento sobre el principal de dicha deuda, lo cual obviamente suponía una mejora de rating para la deuda de los acreedores que no ejercieran dichas opciones, puesto que el volumen global del endeudamiento del país disminuía.
Se establecieron ocho tipos de Bonos Brady, según se emitieran a la par, al descuento, con descuento de intereses, con intereses vencidos, de nueva emisión, de conversión de deuda, de capitalización o de interés elegible. Cada una de estas modalidades se adaptaba a una determinada situación en un determinado país, a fin de cubrir todas las posibilidades de reestructuración de deuda latinoamericana.
Los Bonos Brady supusieron un perjuicio para los tenedores de la deuda original, bien por cobrar menos intereses, bien por tener que hacer una quita relativa al principal debido. Sin embargo, a principios de los noventa, los países latinoamericanos iniciaron una rápida recuperación, sobre todo Chile, Brasil, Perú y Colombia. En la década de los noventa, el saldo en circulación de Bonos Brady llegó a ser de 130.000 millones de dólares, estando emitidos el 90 % de los bonos en dicha divisa. El resto se emitieron en marcos alemanes, francos franceses, francos suizos, florines, yenes, libras esterlinas y dólares canadienses, un poco a medida de los bancos acreedores no estadounidenses. Pero lo más importante fue el volumen de negocio en los mercados secundarios, que llegó a superar el 50 % de todas las transacciones de renta fija en dichos mercados, y en algunos años superó los cinco billones (europeos) de dólares en contratación. Sin duda alguna, los Bonos Brady fueron la estrella de los mercados de renta fija durante los años noventa, en lo que desde entonces se bautizó como mercados emergentes.
Dejando aparte el caso de la quiebra de la Hacienda argentina, en general, las emisiones de Bonos Brady no tuvieron problemas de reembolso. De hecho, y habida cuenta de que los intereses que se pagaban periódicamente eran importantes, varios países, como México en 2003 y Filipinas en 2007, simplemente amortizaron anticipadamente los bonos. Colombia, Brasil y Venezuela también hicieron lo propio. Llegado el año 2007, la mayoría de los Bonos Brady habían sido ya retirados del mercado y no se habían producido impagos a vencimiento.
Recuerde que...
- • Se establecieron ocho tipos de Bonos Brady, según se emitieran a la par, al descuento, con descuento de intereses, con intereses vencidos, de nueva emisión, de conversión de deuda, de capitalización o de interés elegible.
- • Los Bonos Brady fueron la estrella de los mercados de renta fija durante los años noventa, en los mercados emergentes.