Los créditos sindicados presentaban un problema claro de liquidez en los años 80, al no haberse previsto su posibilidad de desintermediación vía cuotas, cosa que no les ocurría a los FRNs o a los NIFs. Y todo ello ocurría en plena crisis de la deuda soberana de países emergentes en 1982-1983. Para dar salida a esta situación surgieron, en 1984, los denominados créditos transferibles ["transferable loan facilites (“TLFs”) en terminología anglosajona”]. El objetivo no era otro que permitir que las entidades financieras pudieran transferirse entre ellas participaciones en créditos sindicados sin necesidad de realizar trámites legales con los prestatarios.
El primer TLF del euromercado tuvo como emisor a la República de Irlanda, en mayo de 1984, por un importe de 500 millones de dólares a nueve años, y fue dirigido por Citicorp. Dos meses después, Samuel Montagu dirigió una pequeña operación de 50 millones de dólares a diez años para Irish Telecommunications, y después del verano ya se generalizaron los TLFs en Europa, incluyendo a España, en diciembre de 1984, con un crédito de 70 millones de ECUs a diez años para el INI (Instituto Nacional de Industria) y 35,85 millones de dólares también a diez años para Acesa (Autopista Concesionaria Española).