Método introducido en el contexto de los acuerdos Basilea II, para el cómputo de los recursos propios de las entidades financieras, las cuales podían voluntariamente mantener el esquema acordado en Basilea I (modelo básico), o bien, aceptar un nuevo modelo en el que ellas mismas calcularían sus necesidades de capital, de manera que los bancos podrían hacer sus propias estimaciones de riesgo, en función de sus sistemas internos de medida, aunque las ponderaciones deberían realizarse utilizando las fórmulas aportadas por el Comité de Basilea:
Donde “αi” es cada porcentaje aplicable a los diferentes activos en balance “Ai”, de acuerdo con la clasificación ya existente en Basilea I. A este método se le denominó método IRB (Internal Ratings-Based), y supone una mayor complejidad a la hora de valorar y ponderar los diferentes tipos de activos, aunque tanto el modelo básico como el avanzado eran los preferidos por las autoridades reguladoras, en lugar del método estándar. Asimismo, se fijaron unos niveles mínimos de cumplimiento internacional, dejando a las autoridades monetarias de cada país la posibilidad de establecer niveles más elevados, tal y como había sucedido en Basilea I.